La educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar
hacia los ideales de paz, libertad y justicia social.
hacia los ideales de paz, libertad y justicia social.
Al concluir sus labores, la Comisión desea por tanto afirmar su convicción respecto a
la función esencial de la educación en el desarrollo continuo de la
persona y las sociedades, no como un remedio
la función esencial de la educación en el desarrollo continuo de la
persona y las sociedades, no como un remedio
milagroso —el «Ábrete Sésamo» de un mundo que ha llegado a la realización de todos estos
ideales— sino como una vía, ciertamente
ideales— sino como una vía, ciertamente
entre otras pero más que
otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más
genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las
incomprensiones, las opresiones, las guerras, etc.
otras, al servicio de un desarrollo humano más armonioso, más
genuino, para hacer retroceder la pobreza, la exclusión, las
incomprensiones, las opresiones, las guerras, etc.
La educación durante toda la vida se presenta como una de las
llaves de acceso al siglo XXI. Esta noción va más allá de la distinción
tradicional entre educación básica y educación permanente, y
responde al reto de un mundo que cambia rápidamente. Pero esta
afirmación no es nueva, puesto que en anteriores informes sobre
educación ya se destacaba la necesidad de volver a la escuela para
poder afrontar las novedades que surgen en la vida privada y en la
vida profesional. Esta necesidad persiste, incluso se ha acentuado, y la
única forma de satisfacerla es que todos aprendamos a aprender.
Pero además surge otra obligación que, tras el profundo cambio de
los marcos tradicionales de la existencia, nos exige comprender mejor
al otro, comprender mejor el mundo. Exigencias de entendimiento
mutuo, de diálogo pacífico y, por qué no, de armonía, aquello de lo
cual, precisamente, más carece nuestra sociedad.
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